El encuentro.

 

Raquel salió de mañana como cada día desde hacia ocho meses, después de que una señora en un parque entablara conversación con ella y le dijera que necesitaba a alguien para cuidar a su bebe el lunes, porque la había llamado anticipadamente de su trabajo. Raquel aceptó encantada, aquella niñita le pareció la más bonita del mundo y además era el trabajo más gratificante que jamás había tenido.

La ciudad esta mañana estaba desierta, el jueves había sido festivo y seguramente la gente habría hecho puente. Tomó la decisión de ir andando al centro ya que los dos autobuses que habían pasado estaban fuera de servicio, en los mas de tres kilómetros de camino no se había cruzado con nadie y todos los comercios estaban cerrados, le fascinaba ver lo grande y silenciosa que era su ciudad, la veía fascinante envuelta en el misterio de la soledad.

Cuando llegó a su destino la madre estaba esperándola en el portar con el carrito del bebe, ella si trabajaba en los extrarradios y ya era tarde. Después de saludar con  largas  caricias a la nena se la llevó de paseo por la alameda cerca del puerto para que tranquilamente durmiera su primera siesta del día. 

No supo como… pero se encontró hablado amistosamente con una señora mayor, con sus mismas aficiones y un pasado que apenas se diferenciaba en algunos detalles y en la edad… hablaron y pasearon durante dos horas sin sentir pasar el tiempo, cuando la nenita despertó la señora se despidió con besos y abrazos para ambas; mientras la nena le mandaba de su manito besos ella parecía recogerlos y llevárselos para el interior de ese ruinoso portal que dijo era  su casa.

Desde dentro y justo antes de cerrarlo miró a Raquel y le dijo: “Me agrada ver que cuidas de ti misma como nadie lo podría hacer. Y por ello siempre tendrás suerte y siempre habrá risas en tu corazón”.

El portal se cerró y Raquel miró a la nena… le gustaba decir a todo el mundo que esos tres lunares en la mejilla derecha eran los suyos...