Un apacible sueño.

Una sed agobiante me despertó con el efecto de un extremado sopor, no sé que me molestó más si la deshidratación o las miles de luces que cegaban mis ojos. Los cerré un segundo y al abrirlos me hallé en la cocina con un vaso vacío en la mano del que bebí con ansia y mi sed se calmó.

De vuelta a la habitación ya en la cama, me tape la cabeza con la manta en un vano intento de que las malditas luces se desvanecieran. Miles de vueltas me acompañaron en la incómoda  noche, en algún momento las luces se disiparon y recobre la calma… la oscuridad total me ayudó a conciliar un apacible sueño.

Desperté aliviada, tome de la mesilla el despertador para ver la hora, eran las nueve del sábado, o eso es lo que creí ver a través de la pantalla completamente llena de polvo, intente limpiarlo pero estaba tan pegado que no fue posible… 

¡Me levante al segundo, algo iba mal!

El silencio me inquietó. Tendría que estar escuchando maullar a mi gato reclamando su comida, algo malo le había sucedido, seguro.

 Abrí la puerta de la habitación angustiada y lo vi… estaba enroscado sobre si mismo durmiendo plácidamente encima de mi vientre hundido, custodiando mi eterno descanso.