Una gran dinastía.

 Tan solo hacía unos meses que había conocido a Bell una chica encantadora y ya eran amigas intimas o como solían denominarse ellas mismas: “amigas para la eternidad”. Este fin de semana Bell la había invitado a conocer a su familia, estaba feliz y tan impaciente por llegar que tenía la sensación de que el tren no avanzaba, hubiera preferido ir en su coche pero su amiga le advirtió de que la carretera era muy peligrosa y le aconsejó el tren… ella la recogería en la estación. Y allí estaba, esperándola.

De camino a la residencia le explicó que eran una gran estirpe que permanecía unida generación tras generación. Entre todos habían construido una mansión donde se reunían los fines de semana.

Lucia estaba fascinada escuchando a su amiga Bell que le narraba increíbles historias sobre sus orígenes. Le dijo que esa noche iban a celebrar una gran cena y después habría fiesta en la playa como marcaba la tradición. 

La colmaron de atenciones y muestras de cariño nada más llegar. La comida fue genial aunque un poco extraña pensó Lucia, ya que solo se consumieron vegetales y frutos de toda clase a pesar de que le habían expresado su preferencia por la carne.

Sobre las siete de la tarde todos se arreglaban y acicalaban para la cena, Lucia se puso un vestido blanco y sandalias para estar cómoda en la playa; los mas veteranos serian los encargados de realizar una barbacoa a la orilla del mar… Al no ver ninguna clase de carne para el evento Lucia pregunto si saldrían de caza y en por un instante sintió los ojos de todos sobre ella. Fue su amiga la que le reveló que no sería necesario salir a cazar. 

Todos asintieron en silencio.