Un día muy largo.

Pasé el semáforo y en el portal cogí las llaves del bolso, estaba deseando llegar a casa y darme una ducha reparadora, el día había sido muy largo y agobiante. Recogí el correo ¡el buzón estaba lleno! sería el día nacional del reparto  porque se habían pasado. Alguien había hecho pintadas en el ascensor, ¡era increíble que rapidez se daban algunos para estas trastadas! 

Mis llaves abrieron una casa desconocida… yo no tenia la pared de ese color oscuro ni el suelo con papeles destrozados. Volví unos pasos atrás para comprobar en que planta estaba, la placa en la parte superior de la puerta decía que era mi casa pero lo que veía no me pertenecía. Saludé en voz alta y pregunte si había alguien ¡esto es un error eso si estaba muy claro! Nadie respondió, estaba dudando si entrar o llamar a la puerta de la vecina de enfrente cuando apareció mi gato, se paró al verme y su lomo se erizó, estaba cansado y se mostraba huraño, no era el gatito del que yo me despedí cariñosamente esta mañana.

La intención de acariciarle no me atrajo, de modo que entré y curiosee una casa que me resultaba ajena y repugnante, apestaba y su estado era de abandono total. Me resultó imposible entrar en el patio, eran repulsivas las heces y los orines del gato. El salón era un descalabro, no entendía nada y a punto de llorar de desánimo abrí la puerta de mi habitación y me hallé...  Estaba tumbada en la cama con aquellos pantalones vaqueros que hacia tres meses había adquirido en el centro comercial que acaban de inaugurar. 

Nada mas echarles la vista encima supe que eran para mi y los compré, pero ahora al vermelos puestos compruebo que no me quedan bien, están muy flojos… ¡una pena! ya nunca podré cambiarlos.

El plazo de los 15 días para su devolución había caducado.