Medicación complementaria.

Acababa de salir de una larga depresión y los médicos le habían aconsejado que buscara a alguien a quien darle su cariño, alguien que necesitara de él, alguien a quien querer y como no, también sentirse querido. Llevaba casado algunos años… o quizás demasiados, y sus vidas ya no coincidían como al principio, ahora todo era distante, como por obligación, no es que no quisiera a su mujer…,¡si que la quería! Pero necesitaba un aliciente en su vida para sentirse útil, para sentirse vivo de nuevo.
Decidió hablar con Patricia, de sus inquietudes, de todo lo que sentía por dentro y que hacía ya mucho que no le contaba, no por nada en especial…, era sólo que también había perdido el sentimiento de compañerismo con su mujer, ¡pero hoy era el gran día! y decidió sincerarse y contarle todo lo que llevaba dentro,…le pareció más fácil empezar por las recomendaciones de esos psicólogos que eran los que “sabían”,…¡si! Le pareció más fácil decirle que había sido idea de los médicos! …¡Cuanta ironía vio en sus pensamientos! ¿Por qué no tendría la valentía de decirle simplemente que hacía tiempo que ya lo deseaba…?
En fin, la valentía nunca fue lo que más destacara en el, de modo que escudándose en los consejos de otros le comentó que la semana pasada de vuelta a casa la había visto y sin pretenderlo se había quedado prendado de su arrogancia, (pues ella ni le había mirado, aunque se alejó contoneando su cuerpo delante de él,… sabiéndose observada).
Patricia su mujer no daba crédito a lo que escuchaba, con los ojos como platos y las manos entrelazadas, (para reprimir las ganas que le daban de tomarlo de la solapa y ponerlo en la calle), escuchaba atónita las palabras sin sentido que salían de la boca de su marido,…¡¡si de su marido…!!
Él, cabizbajo seguía exponiendo sus deseos, ajeno a los deseos de su mujer…
Como hablándose a sí mismo, sus palabras salían fluidas sin ningún tipo de remordimientos, sólo tenía que pensar en Aina y sus pensamientos flotaban, fue algo así como un flechazo lo que sintió al verla…
Patricia continuaba escuchando con mucha atención y petrificada ante la desconsideración de su marido por pedirle semejante cosa,…¡¡quería traerla a casa, a su casa!! ¡A su hogar…, ¡¡¡al de los dos!!!
Su temple no aguantó más…! Se levantó de la silla de un salto, se encaró a él, con los brazos en jarras y la cara desencajada, le preguntó que si se había pasado con la medicación!,… ¡porque eso se lo iba a perdonar!,…¡¡¡ lo que no le perdonaría jamás era la pretensión de traer a esa…!!! ¡¡….esa…!!. No le salía ni el nombre de la rabia contenida ahora a flor de piel. Casi llorando de angustia e impotencia le dejó muy clarito que si necesitaba a alguien complementario para sus horas muertas, que se buscara un perro al que pasear como todo el mundo, ¡¡pero que no le hablara jamás de traer a esa…,¡¡... víbora a su casa!!
Giró sobre sí misma y salió de casa…(necesitaba aire).
Él se quedo pensado, que puede que tuviera razón, que aunque Aina era preciosa y elegante, no dejaba de ser un reptil un tanto peligroso para un apartamento…