La demolición.

Esa mañana a la Sra. Rosalía la había despertado un ruido inusual, los motores de unas maquinas demoliendo las pocas paredes que aun se mantenían erguidas en la casa de enfrente…, se quedó unos minutos en la ventana viendo como los obreros se movían con rapidez y en completo silencio…, trabajaban de prisa y con total seguridad.

¡Que extraño!

 Después de tantos años abandonada y ahora de repente tanto movimiento, y no entendía quien pudo haber ordenado esas obras ya que la casa llevaba tres décadas en perpetua soledad…, sin dueño alguno; ni siquiera el ayuntamiento se quiso hacer cargo de ella pues era un gasto que no se podía permitir y solo le había puesto una verja alrededor para que no entraran los niños a jugar por temor a un accidente, ya que las ruinas eran apreciables.

Sería porque la mente se le había despertado o porque jamás había visto a unos obreros tan eficientes, que la buena de la Sra Rosalía empezó a sentir curiosidad… ¡demasiada curiosidad! Llevaba años jubilada pero siempre había sido una detective muy activa y la sangre inquieta todavía hervía por sus venas…

Se vistió… ¡y salió de su casa decidida a saber…! apenas había cruzado la calle cuando se hizo el silencio…, las maquinas pararon su actividad y los obreros se quedaron inmóviles mirando para esa mujer que avanzaba con la cabeza alta, la vista fija y ayudándose de un bastón, lenta pero firme se les acercaba…

¡¡…Inmóviles esperaban!!  ¡Sabían que vendría…! de hecho la estaban esperando, no en vano le habían hecho un hueco en uno de los furgones negros con cristales ahumados, que paciente esperaba en la parte de atrás de la casa…

Eran las diez de una mañana soleada de domingo…, en el barrio todo estaba tranquilo, como de costumbre allí nunca pasaba nada...