La Cenicienta.

                                          Los cuentos de antes es una iniciativa de MEN.

  En medio de un océano azul y transparente existía una isla invisible. Como en todas las islas invisibles del mundo los isleños eran gobernados por el hombre más acaudalado y mas temido, al que todos detestaban. Un día el gobernante considero oportuno formar una familia y reclamó para desposar a la más bella del pueblo. Resignado su padre se la entregó, sabiendo que su hija jamás seria feliz con ese hombre.

Al poco tiempo la mujer dio a luz a trillizas que no paraban de berrear y patalear… ¡Lo mismo que su padre! La agobiada madre hacia todo lo que podía para cambiar el carácter de sus hijas, pero todo el esfuerzo era inútil.  Apenada se pasaba las tardes dando largos paseos por la ladera del viejo volcán, allí vivía un hombre que paciente la escuchaba y comprendía.

Pasó el tiempo y la esposa del dictador alumbró a una hermosa niña. Sus hermanas la odiaban y cubrían la carita de ceniza en vano intento de cubrir su belleza, su hada madrina la veía tan graciosa que la apodó “Cenicienta”. La mama por fin fue feliz y cuando Cenicienta creció le presento a su buen amigo, el hombre al conocerla se emocionó y los ojos se le llenaron de lagrimas…, unos ojos idénticos a los suyos.

Cenicienta todas las tardes se paseaba por la falda del volcán porque había un joven marinero que por ella bebía los mares. Con corales y conchas marinas creaba unos bonitos regalos para ella, que sus hermanas envidiosas le quitaban. El marinero enamorado y cansado de las malas acciones de las tres hermanas de Cenicienta, creó unos preciosos zapatos de corales adaptados solo para los pies de Cenicienta. Una mañana que el sol brillaba de una manera singular Cenicienta se encontró sobre la colina de la que tan solo ella y su amado sabían, un precioso vestido de gala, tejido por finas algas y decorado con perlas y corales escogidos con esmero del fondo del mar por unas sirenas amigas del marinero, al lado una carta que decía: “para nuestra boda”. 

Fue una fiesta preciosa a la que solo asistió gente querida, (están clarísimos los omitidos en las invitaciones a esta gran boda…)

…Y fueron felices… ¡supongo!

 Yo les había perdido la pista desde que era una cría…, ahora volvieron pero… ¡esta claro que los cuentos ya no son lo que eran!