Al contemplar la realidad.

Cada mañana camino del trabajo te veía pasar…

Por la otra acera y en dirección contraria. Siempre tan sociable ¡la gente parecía tan feliz a tu lado! Todo era armonía. A veces tenia la sensación de que en el otro lado se había creado otro universo mejor que el mío.

La curiosidad me venció, deseaba conocerte y saber que había dentro de esa apariencia elegante y jovial que hacia que a tu alrededor todo fuera perfecto. Una mañana cruce muy temprano, quería estar “casualmente” allí… Pero no estabas, me sorprendí al comprobar que sin ti todo era igual a mi mundo, vi prisas y rostros soñolientos con las ilusiones a medio despertar. Resignada me volví a la otra parte, pensando que tal vez no existieras y solo fueras una ilusión.

Un choque frontal me volvió a la realidad, tú me sujetabas y yo a punto estuve de perder el equilibrio y perderme entre las rayas blancas del paso de peatones.

--Perdona soy muy torpe, no te había visto. (Me dices, mientras yo inútilmente intento articular algún sonido).

--Como veo que no me perdonaras fácilmente, te invito a un café y de paso arreglamos los papeles para el seguro… (Te ríes) y ¡acepto!

Tal solo una hora después de haberte conocido comprendo porque los que te rodean te ríen las ocurrencias, comprendo eso y mucho mas, y bendigo a mi curiosidad que me permitió  abrir los ojos para descubrir que de cerca no eres mas que un egocéntrico, engreído y manipulador…

Me levanto de la silla y me voy sin despedirme.

… No acostumbro a despedirme si detrás de mi no hay nadie.