Destino marcado.

Se había detenido un momento en aquel bar de carretera, le apetecía un café. Llevaba unos minutos distraída en el paisaje cuando la vio llegar…

¡La conocía! Pero su mente se negaba a situarla. La siguió con la mirada intentando disimular… ¡no lo había conseguido! Ella se dirigía hacia su mesa con ojos de sorpresa y una taza de café en una mano. 

--Hola me llamo Anabel, disculpa que me presente así…, pero me resultas muy familiar, estoy casi segura de que te conozco.

¡¡Increlible!!  A ella le ocurría lo mismo.  

La saludó y estuvo encantada de compartir mesa con Anabel. 

Rosi le relataba datos de su vida…: donde había nacido, donde había estudiado y todos los espacios por donde tal vez un día hubieran coincidido…, Anabel escuchaba asombrada, ¿cómo era posible que habiendo estado en casi todos esos lugares juntas, nunca se hubieran relacionado?

Tampoco Rosi se podía creer que Anabel  viviera la vida que ella siempre había deseado, si no hubiera cometido tantos errores que la habían desviado del camino que otra en su lugar había vivido, y sin embargo ahora escuchándola se daba cuenta de que tampoco hubiera sido el acertado. No hay caminos de rosas ni de espinas…, solo caminos distintos;  el destino se graba a medida que se camina…, (pensaba).

Las horas pasaban y ambas decidieron regresar a sus casas, fue una sorpresa saber que vivían en el mismo barrio. En ese barrio donde pararon para despedirse y descubrieron que iban a la misma calle, las sonrisas se congelaron cuando las dos entraron en el mismo edificio y se pararon ante la misma puerta…, Anabel sacó la llave de su bolso y Rosi abrió la puerta...

Y entró.

…Sola, ya todas sus dudas se habían disipado.