La casa de las luces.

Esos ojillos curiosos de niña escuchaban a su abuela con tanto interés que apenas pestañeaban…

“…La casa de las luces como todos la llamaban en el pueblo. Nadie recordaba una noche oscura en esa pequeña isla.

Siempre fue gente de mar la que vivió en ella, pero ahora solo quedaba un marinero que  no concebía su vida sin el murmullo de las olas y el salitre pegado a su piel morena… Un día sorprendió a todo el pueblo al dejarse ver con una preciosa y desconocida chica paseando por el puerto el brazo, ¡una bellísima mujer de pocas palabras pero de limpia mirada! Se comentaba que era una sirena enamorada que no dudó en seguir a su marinero hasta la costa y con él se quedó…

Se instalaron en la casa de la playa, ninguno quiso alejarse del mar; Cuando nació la pequeña Batotoy antes de andar ya sabía nadar y solo dormía tranquila sobre la arena de la playa…

Un día el mar se quedó con ese orgulloso padre y amante marido y la isla quedó desolada. La joven esposa no cesaba de llorar, nada la consolaba, ni esos brillantes ojitos de su niña,… el dolor la superó y entró en el mar a buscarle…

Continúa en su busca.

 El tiempo pasó y la pequeña Batotoy creció esperando la vuelta de sus padres, nunca perdió la esperanza de verles entrar por esa puerta que siempre estaba abierta para ellos, no había querido salir jamás de su isla, ni siquiera cuando formó su propia familia…

 …Los viejos del pueblo dicen que ella ya no les llora solo les espera, por ese motivo mantiene las luces encendidas para que no pierdan el rumbo por si algún día deciden regresar.

Y ahora estos ojitos azules como el mar miran hacia la puerta abierta y se imagina que por ella entraran sus bisabuelos cogidos de la mano, oliendo a brisa marina y con besos frescos y salados que derrocharan con ella.”

La abuela la mira y piensa: “tus ojos forman parte del mar, eres la leyenda que tu contarás….”