Soleadas terrazas.

Alzó la vista y la imagen de un hombre con el torso desnudo y moreno en la terraza de enfrente la sacó de su letargo de tarde tirada en el sillón, paseaba de un lado al otro como preocupado hablando por teléfono, no oía pero Elisa intuía que ese torso tenía problemas…, ¡una lástima….!
Pensar siempre se le había dado muy bien, actuar mejor, la vida crea retos para poder alcanzarlos.
¡¡Si ¡! Tenía problemas, cada vez se movía mas a prisa, se paraba, agitaba los brazos…, sus movimientos dejaban estelas en la imaginación de Elisa, sin apenas pretenderlo iba formando una imagen de aquel medio cuerpo que conseguía ver desde su ventana…
¡Pensar!
…Pensar en cómo hacer que algo planeado hasta el último detalle pudiese parecer una casualidad…, quizás le llevara un tiempo… ¡o no!
La noche la sorprendió mirando la terraza vecina, el estaba allí…, tumbado en una hamaca…, leyendo algo, canciones de Aute se dejaban escuchar, no estaba segura de su procedencia pero quiso creer que era de la terraza de sus sueños; se asomó a la ventana…, con medio cuerpo casi fuera, intentaba llamar su atención, ¡¡no así no!! Ni se inmutaba…, ni la veía.
¡El juego había comenzado! Él no lo sabía, pero era su rey en el tablero….
Elisa abrió todas las ventanas, encendió todas las luces, puso a Mozart a todo volumen, tanto como para que sus vecinos pensaran que se había vuelto loca, y esperó a que su galán moreno se dignara a mirar… ¡y miró!
Con toda la naturalidad que el desparpajo pueda dar, se desabrochó la blusa y la ató a la altura del pecho delante de la ventana del salón (hacia calor…), fue al baño y se mojo el cabello…, el secador no le pareció recomendable con esas temperaturas…, de modo que se puso en la ventana para que la ligera brisa se colara entre sus dedos y el pelo y así se sacara sin prisas…, se puso crema en los brazos… ¡lentamente!
Esta comprobado que la hidratación requiere paciencia y lentitud…, para que surja el efecto deseado.
Hidratada y descarada se giro hacia la terraza…, el torso moreno estaba pegado literalmente al muro que lo separaba de la calle; ya no se movía, ya no leía, simplemente se había puesto en la casilla que Elisa le había asignado…
El amanecer fue hermoso, y le pareció muy práctico que él hubiera dormido en la hamaca.
Cuando se vio pulsando el timbre, pensó que se apresuraba…, cuando la puerta se abrió y vio que el torso moreno tenía dos piernas y un rostro agradable con unos ojos de ensueño, pensó que hasta ahora había estado perdido el tiempo…., cuando se presento y él le dio un beso en la mejilla, mientras la tomaba de la cintura, apenas rozándola con la yemas de los dedos le pareció que había llegado al cielo…, y entró.
¡… Y si! ¡Las terrazas son obras de ángeles…!
Sin lugar a dudas…